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La fiebre hemorrágica argentina

          Durante el año 1958, todo el Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, sufrió un grave brote epidémico de Fiebre Hemorrágica Argentina. Una enfermedad, hasta ese entonces, desconocida. El virus causó muchos problemas a los pobladores afectados. Uno de los principales inconvenientes era la falta de información sobre el tema.

            La Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA) es una enfermedad viral aguda que afecta predominantemente a la población rural. Los primeros registros se hallan en el año 1943 en el Noroeste Bonaerense.

            A principios del año 1958, se produce un brote epidémico en O´Higgins. El Diario “Ahora” de la ciudad de Junín publicó: “En un período de dos meses se registraron doce casos de esa enfermedad: se atendió a las víctimas con todos los recursos de que se dispone y, desgraciadamente, cuatro resultaron fatales. Esas víctimas son: Antonio Fernando Otero, de 27 años; Héctor Alberto Galván de 35; Alberto Benaglia, de 52 y Armando Francella, de 22”.

            Tanto Juan B. Ceci, delegado municipal de O´Higgins en esos momentos y farmacéutico, como los doctores Rosario Locícero y Florencio Ríos, realizaron una tarea muy importante de concientización e información en todo el pueblo. “La enfermedad se presenta con todos los síntomas de una gripe. Pero debemos esperar el informe que se enviará a partir de los exámenes que hemos hecho. Es indispensable hacer la autopsia a los cadáveres de las víctimas: algunos deudos de éstas se oponen, y es un punto de vista que también merece el consiguiente respeto”, explicó Locícero al Diario Ahora.  “Pido a los periodistas que no alarmen a la población. Se está actuando en base científica para evitar la propagación del mal”, agregó.

            Por su parte, el doctor Ríos dijo: “Entre las víctimas no hay juntadores de maíz, no obstante que esta es una rica zona maicera. Tampoco hay mujeres, pero tampoco hay niños ni ancianos. Es probable que este detalle no carezca de interés. No lo atribuyamos a edad, ni sexo, sino que podría servirnos de orientación para establecer si la enfermedad se obtuvo realizando determinada clase de trabajo, que exige cierto esfuerzo físico. De cualquier modo, el proceso del mal ya lo conocen ustedes”.

            A medida que los casos fueron más frecuentes y aumentaron los números de los fallecidos, creció el temor y la preocupación de la población. Tanto, que se empezaron a elaborar conceptos en el imaginario colectivo de los habitantes. Los vecinos comenzaron a llamar a la enfermedad como “la peste” y los medios de comunicación la llamaban: “mal de O´Higgins” o “mal de los rastrojos”.

            No sólo la prensa local y regional se hizo eco de esta enfermedad, sino que los diarios de la Capital Federal, como La Nación y La Razón, enviaron rápidamente sus respectivos corresponsales.

            “Una intensa preocupación, que en algunos casos alcanza al pánico, viene invadiendo paulatinamente a los modestos pobladores de la localidad (…) La fisonomía psíquica de sus habitantes ha cambiado desde hace algo más de tres meses ante la aparición de una rara enfermedad que inquieta a todos sin excepción (…) El pueblo se encuentra bajo el peso agobiante que determina el temor de contraer ese grave mal”. (Diario La Razón del 5 de junio de 1958).

El caso de Antonio Fernando Otero y de Héctor Alberto Galván

            La señora Adamina Álvarez de Otero, madre de una de las víctimas de la enfermedad, dialogó con el Diario “Ahora” de la ciudad de Junín y les comentó: “Mi hijo era muy feliz. Un muchacho trabajador, muy querido en el pueblo. Estaba para casarse con una linda muchacha, la señorita Rosa Leguizamón. De pronto vino la desgracia. Todo ocurrió de golpe. Todavía no lo creo”.

            “¿Cuánto tiempo estuvo enfermo señora?”, preguntó el periodista del medio regional. “Doce días. Trabajaba en la chacra de Jorge La Peña, que tiene tambo. El día 18 de mayo se enfermó, dolor de cabeza, flojedad en las piernas. El 24 vino a casa, y se metió en la cama; él, que era tan fuerte. Muy mal tenía que sentirse; vino cuando ya el pobrecito no se tenía de pie. Por consejo del médico, el lunes por la noche fue internado en Chacabuco y el día 30, viernes, falleció. Pensamos que tenía una gripe pasajera”.

            Con respecto al otro caso, el matutino escribió: “Héctor Alberto Galván vivía con sus familiares, dedicado a las tareas tamberas, a 15 km del pueblo. Se levantan a las dos de la madrugada para ordeñar; luego se enganchan los caballos para llevar la leche unas veces a la estación y otras a la cremería, fábrica de quesos, dónde trabajan muchos obreros. Ésa es una de las principales fuentes de trabajo en el pueblo. En pocos días, a la familia Galván, se les murieron seis caballos, atacados de locura o rabiosos. Era imposible sujetarlos. Muerden, patean, cocean, se encabritan. Enseguida se sintió enfermo Alberto. Fue el 24 de mayo. Dolor de piernas, cansancio, como si le hubiesen molido los huesos. Se lo trasladó a Junín, donde murió el día 28. Fue la primera de las víctimas”.

1963: recrudeció la epidemia

            El brote del “mal de los rastrojos” fue virulento en la localidad de O´Higgins durante el año 1958.  Durante los años siguientes, la taza de infectados fue descendiendo hasta 1963. En ese año, la epidemia volvió a aparecer, causando nuevas muertes.

            El diario “La Razón”, de la ciudad de Buenos Aires publicó el día 26 de julio de 1963: “A raíz de esa epidemia, mucha gente empezó a temerle a este pueblo. Lo “saltaba”, trataba de eludirlo. La gente cerraba las ventanillas del tren al pasar por O´Higgins. Muchos viajantes de comercio “pasaban de largo” y no se detenían aquí por temor a una contaminación. Durante unos cuantos meses, el hotel de Gorosito, el más importante de la zona, había quedado despoblado. La gente no quería hospedarse porque temía a una infección”.

¿Qué es la Fiebre Hemorrágica Argentina?

            La Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA), localmente denominada “mal de los rastrojos”, es una fiebre hemorrágica viral zoonótica. Surgió a fines de los años ´50 en todo el noroeste de la Provincia de Buenos Aires. Su vector es una especie de roedor, la laucha del maíz o ratón maicero, que sufre infección crónica asintomática, y desparrama el virus a través de su saliva, orina, sangre. La infección al humano se produce a través de: contacto con la piel, en mucosas y por la inhalación de partículas portando el virus. Se lo halla principalmente en gente que reside, visita o trabaja en el medio rural. El 80 % de los infectados son hombres entre 15 y 60 años.

            La FHA comienza como una vulgar gripe y termina progresando hasta el deceso en 1 a 2 semanas o en su recuperación si es tratada tempranamente con plasma sanguíneo (suero sanguíneo) de ex-enfermos. El tiempo de incubación del virus es entre 10 a 12 días, apareciendo luego los primeros síntomas como fiebre, dolor de cabeza, debilidad, desgano, dolores articulares y oculares y pérdida de apetito.

            Al contrario de una gripe común, dónde el paciente mejora al quinto día, en la FHA se intensifican menos de una semana después, forzando al infectado envirado a acostarse, produciéndose cada vez más fuertes síntomas de alteración vasculares, renales, hematológicos y neurológicos. Este estadío no dura más de 20 días. Si no se lo trata antiviralmente, la mortalidad de la FHA alcanza el 30%.